Karen Poniachik

China-América Latina: ¿Una versión moderna del paradigma centro-periferia?

Los crecientes niveles de intercambio comercial entre China y América Latina, así como los cada vez más frecuentes anuncios de millonarias inversiones, ...

Por: Karen Poniachik | Publicado: Lunes 7 de marzo de 2011 a las 05:00 hrs.
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Los crecientes niveles de intercambio comercial entre China y América Latina, así como los cada vez más frecuentes anuncios de millonarias inversiones, se celebran con gran fanfarrea por parte de las autoridades y empresarios de la región. En ese contexto, la revista especializada Latin Trade me solicitó que analizara la actual dinámica de negocios entre ambos bloques para una edición especial dedicada justamente a examinar las distintas aristas de la ofensiva económico-empresarial del gigante asiático en nuestro continente*. 


En una columna bastante crítica, señalé que el actual patrón corre el riesgo de transformarse en una versión actualizada del paradigma “centro-periferia”, con China especializándose en la fabricación de manufacturas y tecnología y los países latinoamericanos relegados a la producción/exportación de commodities. Esta situación puede provocar que la región pase una vez más a depender casi exclusivamente de la venta de materias primas y sea incapaz de producir y exportar bienes con valor agregado, servicios y tecnología.

En 2009 los envíos de América Latina a China alcanzaron US$ 45,2 mil millones, diez veces más que en el año 2000. Las materias primas y las manufacturas en base a ellas representaron un descomunal 80% de la canasta. Al respecto, un estudio de la Universidad de Boston muestra que sólo cuatro productos (cobre, hierro, soya y concentrados de metales base) componen el 65,5 % del total de las ventas. 
En el ámbito de las inversiones se da una concentración similar: En diciembre, China Petroleum & Chemical Corp, matriz de Sinopec Corp, compró los activos de gas y petróleo que Occidental Petroleum poseía en Argentina por US$ 2,5 mil millones. La operación se dio poco después de que la corporación anunciara planes para adquirir el 40% de las operaciones comerciales de Repsol en Brasil por US$ 7,1 mil millones. Además de sus inversiones en el ámbito energético, que alcanzaron US$ 13,3 mil millones en 2010, el insaciable gigante asiático incursionó con fuerza en los otros sectores vinculados a los recursos naturales, como minería, alimentos y fertilizantes. 
Estas tendencias ilustran tanto el voraz apetito chino por materias primas, como su cuidadosamente diseñada estrategia para consolidar su acceso a ellas. ¿Pero qué dicen respecto de América Latina? Mientras que China es destino del 6,7% de las exportaciones regionales, Estados Unidos continúa siendo el mercado para el 40% de ellas, aunque a través de una canasta considerablemente más diversificada y equilibrada entre materias primas, productos en base a ellas y bienes manufacturados, con un porcentaje de 24%, 12% y 60%, respectivamente. Es cierto que estas cifras están distorsionadas por la relación comercial entre México y los Estados Unidos, basada fuertemente en los envíos de bienes maquilados desde territorio mexicano. Pero incluso si aislamos este factor y tomamos la canasta de ventas de América Latina hacia al resto del mundo, la relación es 36%, 20% y 40%, respectivamente. 
De hecho, un número mayor de empresas latinoamericanas exportan una variedad mucho más diversa de productos a los Estados Unidos que a China. Por ejemplo, Chile, el principal productor y exportador de cobre del mundo, vendió US$ 5,6 mil millones y 
US$ 11,8 mil millones a Estados Unidos y China, respectivamente. Sin embargo, 2.098 empresas chilenas enviaron 1.897 productos diferentes a Estados Unidos con la minería representando un 38% del total; en contraste, únicamente 851 empresas chilenas vendieron 508 productos a China con la minería constituyendo 83% del total. 
La inversión estadounidense en la región también es más amplia y abarca una gran variedad de actividades que proporcionan valor agregado, como industria, finanzas, telecomunicaciones, retail y otros servicios. 
En este contexto, la región debería evaluar críticamente su relación económica con China. Los beneficios de exportar materias primas a precios cada vez más altos son innegables. Pero existen riesgos: La apreciación de las monedas locales --debido en parte a los influjos de capital derivados de nuestras exportaciones-- está erosionando la competitividad de los bienes y servicios con mayor valor agregado. Esto podría agudizar nuestra ya alta dependencia de las materias primas, con el inminente peligro de que la región quede atrapada en un círculo vicioso que podría llevar a las economías latinoamericanas nuevamente al lugar del que luchamos tanto por salir.

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